El hombre que susurraba a los calabacines

Contando chistes a mis verduras



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Poner en la misma frase, hombre, calabacín y susurrar, puede dar lugar a algún tipo de malentendido a los de mente calenturienta. Pero no, no se trata de nadie que le diga cosas a su pene, es algo mucho más sencillo y por supuesto apto para menores.

El tema es que el pasado invierno me invitaron a una conferencia sobre nutrición. La organizaba una de estas tiendas ecológicas que se han puesto tan de moda últimamente. 
 
La gente que había por allí era toda muy “uniforme”, con pintas de royo ecologista, como era de esperar. En la puerta mucha  bici aparcada, ropas de esas anchotas poco femeninas, gente con pinta de titiriteros y sobre todo, mucha cana, porque ya se sabe, el tinte es poco ecológico y más vale melena blanquecina que química artificial sobre la cabeza. 
 
Casi casi el que desentonaba allí era yo, disfrazado con mi aspecto de nuevas generaciones peperas (pero que sepas que yo no desentono en ningún sitio...no tengo abuela, a que se nota)
 
 

De asamblea con ecologistas, esto va a ser divertido


La ponente, una señora muy simpática de mediana edad, no hizo otra cosas que meternos el miedo en el cuerpo desde que comenzó su charla. Como todos sabemos por los anuncios de la tele, el omega 3 es una cosa muy buena que tienen los atunes y los salmones, peeeero, con la contaminación de nuestros mares, están llenitos de mercurio. 
 
No sé qué sabor tendrá el mercurio, pero a nuestros pececitos les debe encantar y se comen todo lo que pillan por los océanos, llenándonos nosotros mismos  cada vez que nos deleitamos con un atuncito de la almadraba. 
 
Pero no nos asustemos, la conferenciante ecologista tenía la solución, tomar el omega 3 en cápsulas, si, esas de la estantería  de la derecha segunda balda.

Tampoco hace falta que nos hablen de las bondades de las verduras. Cuanto más verdes mejor, más clorofila tienen y eso es muy bueno para nuestro organismo. 
 
Yo cómo muchas verduras, así que estaba emocionado de mi acierto, pero poco podía durarme la felicidad. Entre las aguas fecales con las que las riegan, las mutaciones genéticas y los pesticidas poco ecológicos que les echan, pues que… volvemos a comer mierda. 
 
Pero la conferenciante también tenía una solución, pildoritas de clorofila, estantería de enfrente balda de abajo.
 

La lechuga me cuenta chistes ...será de las aguas radiactivas con la que las riegan


Continuó durante algunos minutos más dándonos “alegrías”, así que después de la charla salí un tanto deprimido y con la firme resolución de que tenía que hacer algo para mejorar mi alimentación. 
 
Podía criar salmones y atunes en la piscina del pueblo o plantar mis propias verduras. La primera idea quedó descartada al instante… tardarían mucho en crecer los pececitos, luego te encariñas y te duele sacrificarlos, pero ese mismo sábado me fui a comprar semillas de calabacín para  tener mi propia huerta ecológica.

Con la ilusión de un quinceañero en su primera cita, planté unas cuantas semillas en cuanto llegó la primavera. Yo las regaba con cariño cada domingo y finalmente me salieron 4 matas bien majas que no paraban de echar ramas y hojas enormes. Pero no todo podía ser la felicidad de ver crecer a mis retoños, y cuando busqué en internet los secretos del cultivo del calabacín, me encontré con la cruda realidad. 
 
Parece ser que una especie invasora de abejas chinas, que fijo vendrían escondidas en un barco  de Zara, se estaban comiendo a las autóctonas, con lo cual, el fenómeno natural de la polinización se veía imposibilitado. Ya veis, en nuestra querida Castilla, incluso los calabacines lo tienen chungo para relacionarse con el sexo opuesto.
 

Qué complicado lo de ligar, ni los calabacines pillan


De este problemilla para que mis calabacines echen un polvete, es de donde viene el título de esta entrada. Y no es que tenga que susurrarles para que crezcan mejor, es que me he convertido en un MAMPORRERO de calabacines, pero claro, había que poner un título más elegante al artículo y este suena más literario.

Así que ya veis, ahora me tengo que dedicar a coger un bastoncillo de esos de las orejas, e ir metiéndolo de flor en flor a ver si me las preño a todas. Al menos espero que la cosecha haga que ejercer de mamporrero vegetal, haya merecido la pena.

Si lo llego a saber planto césped, que con regarlo a diario y pasar el cortacésped cada semana ya se da por satisfecho. ¡Tengo que pensármelo mejor para la próxima cosecha!
 
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